Evelyn Boyd Granville
Nació en Washington en el año 1924, el mismo en que murió Lenin, el líder de la revolución rusa. Lo hizo en el seno de una familia trabajadora de raza negra, compuesta por sus padres,contaba con cinco años cuando se produjo el Crack De Wall Street, el jueves negro que acabó con los felices años veinte y contribuyó a que florecieran los fascismos que llevaron a la humanidad a la Segunda Guerra Mundial. Evelyn, como cualquier niña que crecía en Washington en aquellos años era conscientes de las dificultades generadas por la segregación racial existente en el país, aunque ella no la había sufrido personalmente. Se graduó con un expediente estupendo en el centro de secundaria Dunbar. Evelyn vivía encerrada en su mundo, familiar y académico y sin tomar conciencia de ciertos acontecimientos.
Por fin consiguió su primer trabajo en el Instituto Universitario de Matemáticas y Ciencias de Nueva York. Pasó su primer año de licenciada investigando y dando clases como ayudante a tiempo parcial en el departamento de matemáticas. Para ello tuvo que trasladarse a la ciudad de los rascacielos y allí sintió, en su propia piel, el dolor de la discriminación. Las leyes prohibían la segregación racial, pero las costumbres son más fuertes. Peregrinó de apartamento en apartamento intentando vencer las resistencias de sus propietarios, pero todo fue inútil, acabó viviendo, por poco tiempo en el apartamento de una amiga de su madre. Expresó el dolor de aquella humillación renunciando a ese puesto de trabajo, que justificó diciendo que el ruido, la suciedad y los enormes bloques de hormigón la aplastaban.
La NASA necesitaba directivos formados en matemáticas y ciencias, en 1962 Evelyn se incorporó al equipo de especialistas investigadores en áreas como: análisis numérico digital, mecánica celeste y cálculo de órbitas y trayectorias, de la Compañía Norteamericana de Aviación, la cual diseñaba trabajos para el Proyecto Apolo. En 1963 pasó a IBM, en la División Federal de Sistemas, donde realizó trabajos similares.
Hoy sigue dando clases voluntariamente a universitari@s, en programas tutoriales de nivel elemental y secundario y a adult@s que desean ser alfabetizad@s. Esta mujer, comprometida con la causa de su raza, amante de las matemáticas y las estrellas, de la naturaleza y la familia, de la enseñanza y la comunidad y modelo de superación para las mujeres, es ejemplo de lo que Gianni Rodari llamaba, en su obra Lo que los niños enseñan a los mayores, la voluntad de la especie, la fuerza creadora, la capacidad de supervivencia y transformación del mundo. La capacidad de reaccionar ante las injusticias sociales.
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